Se presenta ante nosotros una especie de gas, un híbrido entre nube y planta. Observándolo se pueden encontrar ramificaciones que remiten a una enredadera, y a la vez hay una textura vaporosa que vuelve aquello que vemos algo amorfo, sin vínculo a la naturaleza que hoy en día conocemos. Esta pintura podría ser un retrato de un ecosistema desconocido por la humanidad, de un ser sintiente evolucionado que percibe el movimiento circundante a su alrededor y reacciona cromáticamente a su entorno. 

 

Siempre me interesó desarrollar propuestas que involucren activamente al espectador generando interacciones que influyan sobre la percepción de la obra. En este proyecto los movimientos de quien se acerca a la pieza hacen que la misma reaccione y modifique su morfología visual. Si el espectador detiene sus movimientos la Nube vuelve a su estado inicial, pero rápidamente reacciona si el espectador decide volver a moverse. 

 

El proyecto plantea la fabulación de pensar a la pintura como un ser consciente que puede captar un estímulo externo y modificar su aspecto en consecuencia: quien interactúe con la obra se sentirá advertido ya que sus movimientos generarán reacciones cromáticas inmediatas en ella.